De nuevo un cuento para la reflexión:
En cierta ocasión, un joven llegó a un campo de leñadores con el propósito de obtener trabajo. Habló con el responsable, y este, al ver el aspecto y la fortaleza de aquel joven, lo aceptó sin pensarlo y le dijo que podía empezar al día siguiente.
Durante su primer día en la montaña, trabajó duramente y cortó muchos árboles.
El segundo día trabajó tanto como el primero, pero su producción fue escasamente la mitad del primer día.
El tercer día se propuso mejorar su producción. Desde el primer momento, golpeaba el hacha con toda su furia contra los árboles. Aun así, los resultados fueron nulos.
Cuando el leñador jefe se dio cuenta del escaso rendimiento del joven leñador, le preguntó:
― ¿Cuándo fue la última vez que afilaste tu hacha?
El joven respondió:
—Realmente, no he tenido tiempo… He estado demasiado ocupado cortando árboles…
Pensemos ahora en nosotros mismos, en las organizaciones e instituciones en las que nos hayamos ubicados, en las veces que decimos “no tengo tiempo”.
Nosotros como personas y como equipos en los que trabajamos, necesitamos de tiempo para pensar, para evadirnos, para compartir, para expresar, para sentir… pero parece centrarse todo en la actuación inmediata, en el qué y el cómo, sin pararnos a reflexionar sobre la necesidad de atender necesidades más profundas y, precisamente por ello, más necesarias para nuestro desarrollo personal y colectivo.
Solo cuando esas necesidades más profundas estén satisfechas, las superficiales, las del qué y el cómo, fluirán de un modo natural. La paradoja es que no permitimos a nuestra esencia satisfacerlas.
Lo curioso del caso es que hasta que no enfermamos como seres humanos o como equipos, no nos damos cuenta de que es necesario parar para arreglarnos, ¿no sería más sencillo prestar más atención a ese mantenimiento previo para que “la máquina como tal”, no se pare en el momento más inesperado, quizás con consecuencias irreversibles?
Y ahora, ¿tienes tiempo para afilar tu hacha?
Me encanta este relato, gracias por compartirlo. Y a todos aquellos que responden que no tengo tiempo, les preguntaría… ¿y que harías si tuvieras tiempo?
Hola Olaia,
Gracias a ti por tu comentario y por esa pregunta abierta que nos puede llevar a contemplar un sinfín de oportunidades y nuevos caminos.
Un abrazo y feliz noche
Vivir y ser feliz
Me parece un cuento ciertament apropiado, y si las personas que lo leemos lo acercamos a nuestra propia experiencia, muy probablemente demos con algun momento de nuestras vidas donde nos podamos reflejar en él. Yo estuve al límite por un buen tiempo; para romper con el stress no hice más que llenarme de actividades, que por muy lúdicas que fueran, al fin y al cabo, no le daban tiempo a mi cuerpo ni a descansar 10 segundos seguidos; solo tapaba aquellos momentos de los que quería desconectar, más vs más, y evidentemente el resultado a tal efecto fue completamente el opuesto al deseado.
Propongo parar, cerrar los ojos y dejar por un rato que la respiración sea libre. Airearse. Renovarse.
Leía no hace mucho que cuando sentimos fatiga, dolor, nuestro cuerpo se convierte en una carga; y se reflexionaba sobre ella planteándola a la inversa: ¿o será que cuando soportamos una carga nuestro cuerpo lo convierte en dolor?
Hola Lídia,
Una maravillosa reflexión que complementa el post. Rápido, rapido, no hay tiempo, todo es para ya, sin tiempo a parar, sin momento para pensar sin momento para Ser y todo eso… ¿para qué?
Muchísimas gracias por tan sentido comentario, un abrazo gordo y feliz noche